TEXTO 1
Querido imbécil: No llegarás a
comerte las próximas uvas, porque de aquí a un año estarás muerto. Y cuando
digo muerto quiero decir muerto de verdad, criando malvas para los restos. No
palmarás, te lo comunico, de forma heroica, ni útil, ni siquiera natural.
Habrás fallecido estúpidamente, a ciento ochenta y en un cambio de rasante, o
una curva, justo cuando pongas para ti mismo cara de duro de película y des
gas, intrépido, jaleado por música imaginaria o real, creyéndote el rey del
mambo.
Lo peor del asunto, discúlpame, no será tu pellejo; que al fin y al cabo -salvo para ti mismo y algún familiar- no valdrá gran cosa al precio a que lo vas a vender. Lo malo es que te llevarás por delante, quizás, a gente que ningún interés tiene en acompañarte en el viaje: acompañantes incautos, la familia que vaya de vacaciones en el coche opuesto, el peatón, el camionero que trabaja para ganarse la vida. Sería más práctico y más limpio, ya puestos a eso, que acelerases hasta doscientos y te estamparas en bajorrelieve contra una pared, que es un gesto más íntimo y considerado. Mira, voy a confiarte un secreto. Somos tan frágiles que te temblarían las manos si lo supieras. Todo cuanto tenemos, que parece tan sólido y tan valioso y tan definitivo, se va al carajo en un soplo, en un segundo, al menor descuido nuestro y al menor guiño del azar, la vida, la condición humana. Basta un insecto, un virus, un trocito de metal en forma de metralla o bala, una gota de agua o aceite sobre el asfalto, un estornudo, una cualquiera de esas bromas pesadas con las que el Universo se complace en pasar el rato, y tú y todo lo que tienes, y todo lo que representas, y todo lo que amas, y todo lo que fuiste, lo que eres y lo que podrías haber sido, se va al diablo y desaparece para siempre sin que vuelva nunca jamás. Así nos iremos todos, claro. Pero unos se irán antes que otros. Y a ti, querido, te toca en 1994 la papeleta. Claro que a lo mejor me mato yo antes. O a lo mejor me matas tú. Pero yo sé que eso puede ocurrirme cualquier día, en cualquier sitio, porque mi condición es mortal. Mientras que a ti ni siquiera se te ha pasado por la cabeza. Y no vengas con eso del amor al riesgo y el vivir peligrosamente. Conozco a mucha gente que sabe perfectamente, de grado o por fuerza, lo que es riesgo y la vida peligrosa. Gente que sí merece que derramen lágrimas por ella cuando le pican el billete, en lugar de lamentar la desaparición de fulanos como tú; de tipos incapaces de valorar la vida que poseen y que por eso la malgastan. Qué sabrás tú del riesgo, capullo. Y de la muerte. Y de la vida. Que tengas buen viaje.
Lo peor del asunto, discúlpame, no será tu pellejo; que al fin y al cabo -salvo para ti mismo y algún familiar- no valdrá gran cosa al precio a que lo vas a vender. Lo malo es que te llevarás por delante, quizás, a gente que ningún interés tiene en acompañarte en el viaje: acompañantes incautos, la familia que vaya de vacaciones en el coche opuesto, el peatón, el camionero que trabaja para ganarse la vida. Sería más práctico y más limpio, ya puestos a eso, que acelerases hasta doscientos y te estamparas en bajorrelieve contra una pared, que es un gesto más íntimo y considerado. Mira, voy a confiarte un secreto. Somos tan frágiles que te temblarían las manos si lo supieras. Todo cuanto tenemos, que parece tan sólido y tan valioso y tan definitivo, se va al carajo en un soplo, en un segundo, al menor descuido nuestro y al menor guiño del azar, la vida, la condición humana. Basta un insecto, un virus, un trocito de metal en forma de metralla o bala, una gota de agua o aceite sobre el asfalto, un estornudo, una cualquiera de esas bromas pesadas con las que el Universo se complace en pasar el rato, y tú y todo lo que tienes, y todo lo que representas, y todo lo que amas, y todo lo que fuiste, lo que eres y lo que podrías haber sido, se va al diablo y desaparece para siempre sin que vuelva nunca jamás. Así nos iremos todos, claro. Pero unos se irán antes que otros. Y a ti, querido, te toca en 1994 la papeleta. Claro que a lo mejor me mato yo antes. O a lo mejor me matas tú. Pero yo sé que eso puede ocurrirme cualquier día, en cualquier sitio, porque mi condición es mortal. Mientras que a ti ni siquiera se te ha pasado por la cabeza. Y no vengas con eso del amor al riesgo y el vivir peligrosamente. Conozco a mucha gente que sabe perfectamente, de grado o por fuerza, lo que es riesgo y la vida peligrosa. Gente que sí merece que derramen lágrimas por ella cuando le pican el billete, en lugar de lamentar la desaparición de fulanos como tú; de tipos incapaces de valorar la vida que poseen y que por eso la malgastan. Qué sabrás tú del riesgo, capullo. Y de la muerte. Y de la vida. Que tengas buen viaje.
Arturo Pérez Reverte. XL Semanal
,2 de enero de 1994
1 – Esquema de
ideas del texto (1 punto)
2 – Actitud e
intencionalidad del autor. Justificar con procedimientos lingüísticos (2 puntos)
3 – Valoración
personal (1 punto)
4 – Análisis
sintáctico (completo, con esquema)(1,5)
Y cuando
digo muerto quiero decir muerto de verdad, criando malvas para los restos.
5 – Valor estilístico
de los verbos del siguiente fragmento (1,5)
Querido
imbécil: No llegarás a comerte las próximas uvas, porque de aquí a un año
estarás muerto. Y cuando digo muerto quiero decir muerto de verdad, criando
malvas para los restos. No palmarás, te lo comunico, de forma heroica, ni útil,
ni siquiera natural. Habrás fallecido estúpidamente, a ciento ochenta y en un
cambio de rasante, o una curva, justo cuando pongas para ti mismo cara de duro
de película y des gas, intrépido, jaleado por música imaginaria o real,
creyéndote el rey del mambo.
Lo peor del asunto, discúlpame, no será tu pellejo; que al fin y al cabo -salvo para ti mismo y algún familiar- no valdrá gran cosa al precio a que lo vas a vender. Lo malo es que te llevarás por delante, quizás, a gente que ningún interés tiene en acompañarte en el viaje: acompañantes incautos, la familia que vaya de vacaciones en el coche opuesto, el peatón, el camionero que trabaja para ganarse la vida. Sería más práctico y más limpio, ya puestos a eso, que acelerases hasta doscientos y te estamparas en bajorrelieve contra una pared, que es un gesto más íntimo y considerado.
Lo peor del asunto, discúlpame, no será tu pellejo; que al fin y al cabo -salvo para ti mismo y algún familiar- no valdrá gran cosa al precio a que lo vas a vender. Lo malo es que te llevarás por delante, quizás, a gente que ningún interés tiene en acompañarte en el viaje: acompañantes incautos, la familia que vaya de vacaciones en el coche opuesto, el peatón, el camionero que trabaja para ganarse la vida. Sería más práctico y más limpio, ya puestos a eso, que acelerases hasta doscientos y te estamparas en bajorrelieve contra una pared, que es un gesto más íntimo y considerado.
TEXTO 2:
La casa de Bernarda Alba, Federico
García Lorca
Prudencia: Bregando como un hombre.
Bernarda: Así es. ( ADELA se levanta de la mesa.) ¿Dónde
vas?
Adela: A beber agua.
Bernarda: (En voz alta) Trae un jarro de agua fresca. (A
ADELA) Puedes sentarte. (ADELA se sienta.)
Prudencia: Y Angustias, ¿cuándo se casa?
Bernarda: Vienen a pedirla dentro de tres días.
Prudencia: ¡Estarás contenta!
Angustias: ¡Claro!
Amelia: (A MAGDALENA.)
Ya has derramado la sal.
Magdalena: Peor suerte que
tienes no vas a tener.
Amelia: Siempre trae mala sombra.
Bernarda: ¡Vamos!
Prudencia. (A ANGUSTIAS) ¿Te ha regalado ya el anillo?
Angustias: Mírelo usted. (Se lo alarga.)
Prudencia: Es precioso. Tres perlas. En mi tiempo las perlas
significaban lágrimas.
Angustias: Pero ya las cosas han cambiado.
Adela: Yo creo que no. Las cosas significan siempre lo mismo. Los
anillos de pedida deben ser de diamantes.
Prudencia: Es más
propio.
Bernarda: Con perlas o sin ellas, las cosas son como uno se las
propone.
Martirio: O como Dios dispone.
1 –
Contextualización del fragmento en la estructura externa e interna. (1,5
puntos)
2 – Técnicas
dramáticas: aplicación razonada al fragmento (1,5 puntos)
AQUÍ TENÉIS EL NUEVO COMENTARIO. FIN DE PLAZO DE ENTREGA VIERNES 1 DE FEBRERO.
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